viernes, 19 de junio de 2015

La naranja mecánica, de Anthony Burgess

Para un lector tradicional y desprevenido a la vez, esta obra puede parecer un monumento a la violencia y al mal gusto. Las exageradas reacciones de Alex y sus seguidores, el abuso de sustancias ilegales, la apología a la violencia sin que exista razón alguna que la explique (ya que, en mi opinión, la violencia puede tener explicación, aunque no justificación), el ataque sexual a niñas pequeñas, la manipulación de los beneficios carcelarios, por parte del protagonista, los métodos de reeducación del Estado a los delincuentes, en fin, una gran cantidad de elementos de esta novela, la convierten en una obra poca agradable para la mayoría, pero que no alanzan a penetran en el relato profundamente humano, desolador, crítico y, al final, esperanzador que el autor oculta tras una apariencia de violencia insufrible. 

En efecto, la distopía que manifiesta la novela en cuanto a cómo se visualiza esa sociedad, cómo resuelve sus problemas y cómo se enfrentan las posiciones encontradas, es brutal, pero claramente se constituye en una advertencia que clama por ser escuchada.

El destino de la ciencia, sus usos, los condicionamientos a las personas, el abuso de ellas para obtener objetivos ulteriores, simpre nobles desde la perspectiva de quien los comete, son otras manifestaciones de una crítica social tan descarnada, como profunda. 

Novela, trmenda, interesante, desoladora y, al final, esperanzadora, La naranja mecánica es una lectura imprescindible para reflexionar no solo sobre el siglo XX, periodo histórico que forjó la novela, sino también a este siglo XXI que parece que aún no corrige lo que la novela busca prevenir.

Para leer una versión digital de la novela, pinche acá

prof. Benedicto González Vargas

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