sábado, 8 de febrero de 2014

La falsa batalla entre los libros de papel y libros digitales

Sin lugar a dudas que el acceso a contenidos digitales a través de los computadores personales y, especialmente, internet, nos ha abierto la enorme posibilidad de contar con una verdadera biblioteca mundial de contenidos, en todos los idiomas, géneros y variantes que podemos imaginar y aún más. Somos la generación humana que ha tenido más acceso a la información  de todas aquellas que han vivido en nuestro planeta. Es cierto que la cantidad de información existente no se condice con la calidad. Un muy bajo porcentaje podríamos decir que corresponde a contenidos de calidad, pero eso, lejos de constituir un problema, a mí me parece, nos da la enorme posibilidad de ir mejorando nuestras habilidades de juicio crítico y selección


 . El fenómeno de los contenidos digitales no se detiene y, en mi opinión, ello no afecta a los niveles de lectura, como suelen decir algunos académicos, creo y sostengo que hoy, gracias a internet, se lee mucho más que antes, coincidente con ello, también creo que las impresoras personales permiten afirmar que hoy se imprime mucho más que antes, lo que ocurre es que hoy se lee de manera diferente, leemos otras cosas, en otros formatos y, tal vez, con otras intencionalidades del emisor que antes eran imposibles sin el advenimiento de la tecnología. El cuestionamiento, entonces, debe pasar –como ya dije- por la calidad y no por la cantidad, porque este fenómeno digital es, en mi opinión, irreversible.

A raíz de lo anterior y desde hace ya un par de lustros o más, se ha venido especulando respecto del destino de la industria editorial formal y la literatura en particular y no han sido pocos los que hace unos diez años señalaban la pronta muerte del formato libro impreso a manos del libro digital, proyectando a la literatura lo que estaba pasando con el mundo de la música y, en menor grado, del cine. Los resultados actuales demuestran que muchos supuestos, de ambos lados, de quienes apoyaban al libro impreso por sobre el digital y viceversa, estaban equivocados.

En efecto, las cifras nos entregan antecedentes contradictorios y la primera distinción que debemos hacer para analizar este fenómeno es separar aguas entre el mundo editorial anglosajón y el hispanoamericano. En el mundo anglo sajón las ventas de libros digitales han ido en franco crecimiento y las cifras más optimistas ya hablan de ventas cercanas al 25 o 30 %. En España e Hispanoamérica las cosas no son así. Según cifras entregadas por las editoriales españolas, las ventas de libros digitales alcanzan apenas el 5%  de los ingresos totales y por ello se considera que el nicho del papel es muy estable. Algunos incluso reconocen que el libro digital no les resulta rentable por los niveles de piratería, real o solo proyectada, que acarrea.

Sin embargo, es indudable que la oferta de literatura digital es aún escasa en nuestro mundo, debido principalmente a dos razones: 1. El desinterés de las editoriales tradicionales por promocionar los libros digitales, que suelen ser más baratos y 2. El hecho de que los catálogos editoriales no han sido digitalizados y la oferta se basa en textos nuevos, pero en el fondo editorial “más clásico” de obras anteriores a la revolución digital. Aún hay dos razones más, que ignoro si es o no demasiado significativa en las cifras: El formato predilecto del libro digital hasta ahora ha sido el PDF, que no pasa de ser una mera copia del libro de papel, sin explorar en las enormes posibilidades tecnológicas de la informática. Por otra parte, la apuesta por e-readers específicos, me parece que fue un fracaso, ni la Kindle, ni el Sony Reader, ni otros similares lograron conquistar al amplio público lector, aunque, cuidado, sin pensarlo ni promocionarlo, las tablets sí están haciendo ese trabajo y las descargas de libros digitales en ellas van en franco aumento.

Lo concreto es que estamos en una etapa de adaptación que ha sido más lenta de lo esperado, pero que, poco a poco, se va afianzando y como dijo Arturo Infante,  Presidente de la Cámara Chilena del Libro [1] “quien pretenda ignorarlo o minimizarlo se quedará a la vera del camino”. Lo que ocurre es que estamos en un proceso que tiene sus propios tiempos y que, en realidad no sabemos cuál será el comportamiento futuro de las generaciones de nativos digitales que aún no alcanzan la edad para tomar sus propias decisiones de lectura al respecto. Pero actualmente, hay un equilibrio interesante y necesario entre ambos formatos, sin que ninguno acabe con el otro y en el que ambos tienen sus propios públicos lectores.

En lo personal, me parece que los contenidos literarios digitales sí son un aporte y que su desarrollo lento en nuestra Hispanoamérica es muy relativo, porque se está analizando solo desde la perspectiva de la venta editorial, lo que constituye una mirada sesgada. Los miles de lectores de nuestra revista Letralia son un buen ejemplo de ello. Es más, creo que la gran cantidad de revistas, blogs y clubes de lectura de internet son y seguirán siendo un motor para promocionar la literatura que no está considerado en estos análisis. La misma labor de Letralia, como editorial digital, es una experiencia exitosa y muy importante para la difusión de los libros, aunque, claro está, los fines de lucro editoriales y los derechos de autor, en términos monetarios, están ausentes, pero somos muchos los autores que soslayamos eso y nos interesamos y compartimos entusiastamente contenidos digitales cada vez que nos es posible.

Por supuesto que a todos nos gusta disfrutar de la textura, el color y hasta el olor de los libros impresos, pero si no fuera por internet yo no podría acceder a textos de países que poco o nada exportan literatura u obras descatalogadas por las editoriales que sí están disponibles gracias a los entusiastas colaboradores de internet.

En definitiva, la internet no solo nos ha abierto una ventana al mundo, sino que –para quienes amamos la literatura-, nos ha abierto de par en par  las puertas de la Biblioteca Universal.

prof. Benedicto González Vargas


[1] Asociación gremial que reúne a la mayoría de los grandes editores de Chile.

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