jueves, 20 de febrero de 2014

Estación de tránsito, de Clifford D.Simmak

He terminado de leer una obra clásica de la Ciencia Ficción, me refiero a Estación de tránsito, del escritor estadounidense Clifford D. Simmak, en su tiempo, fue un narrador bastante conocido y reconocido, incluso premiado, pero últimamente ha caído en un injusto olvido.

La novela parte de una premisa alucinante: La ciencia está equivocada y la velocidad de la luz no es la máxima velocidad que pueden alcanzar los seres vivos (de cualquier especie planetaria). De allí, sin demasiadas explicaciones, se nos plantea que los seres pueden trasladarse por el universo a través del uso de estaciones de tránsito que son capaces de teletransportar toda la esencia de un ser humano (terrestre o extraterrestre) abandonando siempre el cuerpo anterior, el que debe ser destruido sumergiéndolo en diversos ácidos mientras en las respectivas estaciones reciben un cuerpo nuevo y similar, que es “cargado” con todas las características y consciencia del viajero estelar.


Ocurre en la novela que tras la Guerra de Secesión norteamericana, un soldado yankee sobreviviente de ella, es contactado para hacerse cargo de la estación terrestre. Este soldado sencillo, pero de nobles costumbres e inquietudes espirituales y estudioso al máximo, acepta que su granja sea convertida en una estación. Todo exteriormente en la granja permanece igual, pero a la construcción se le sometió a un proceso tal que ninguna arma o fuerza humana puede causarle daño. Por dentro, aparte de las máquinas de teletransporte, ocurre el interesante fenómeno de que Enoch Wallace, el protagonista, no envejece. Wallace sale solo una hora diaria a buscar el correo y esa es la única hora en el día en que envejece. Wallace ya tiene más de cien años y aún sigue con una imagen de treinta, motivo por el cual los vecinos le temen.

La novela, en la que ocurren pocos hechos, salvo la pérdida de un místico talismán que mantiene el equilibrio entre las naciones galácticas, nos plantea la necesidad de reencauzar la vida terrestre y apegarla a las normas éticas de los mundos evolucionados (1). La historia se sitúa en la época de la crisis de los misiles de Cuba y el protagonista debe equilibrar sus emociones y sentimientos entre sus deseos de conocer esas galaxias lejanas con las que tiene contacto, proteger su propio planeta y, a la vez, pasar a llevar las normas de la Federación Galáctica para seguir siendo verdaderamente humano y cumplir con sus propios valores éticos.

Obra interesante, que vale la pena leer y que nos hacer reflexionar respecto de la importancia de la amistad, representada en el extraterrestre Ulises, y la necesidad de conservar la paz y la hermandad entre los pueblos y las personas.

Muy interesante.

Para leer una versión digital de esta obra, pinche aquí

prof. Benedicto González Vargas

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