lunes, 20 de enero de 2014

Barril de pólvora, de Jacqueline Cervon

Grecia y Turquía llevan siglos de enfrentamiento. En la más remota antigüedad fueron los de la Hélade quienes colonizaron esos territorios y levantaron allí importantes ciudades como Halicarnaso y Troya, entre otras. Más tarde, el Imperio Bizantino, que fue la Grecia Cristiana, fundó su capital en lo que es hoy la capital de Turquía. Sin embargo, tras las invasiones turcas, fueron ellos los que colonizaron gran parte de los territorios griegos y así se llega al siglo XX con una disputa permanente que llega a su punto máximo con la tensión de Chipre en 1974.
Sobre el fondo histórico de los enfrentamientos entre griegos y turcos en Chipre (recordemos que luego de la independencia chipriota, Grecia y Turquía garantizaron su libertad renunciando a cualquier reivindicación territorial sobre la isla, pero en 1974 Grecia viola el acuerdo y sus fuerzas militares avasallan a la población turca de Chipre) nos encontramos con un relato en que un viejo barco pesquero turco, en medio de un temporal en el Mar Egeo, encuentra en la costa a un náufrago casi ahogado. Turhan, un joven buzo recolector de esponjas, ayuda al desconocido, quien resulta ser Stavros, un griego o, como lo llama la tripulación del barco, “un infiel”. Sin embargo, es tan notable el parecido físico entre ambos muchachos, que bien podrían pasar por hermanos gemelos.

Muchos de los tripulantes al ver la cruz griega que cuelga del cuello del joven náufrago, opinan que hay que dejarlo morir en la costa, pero Turhan hace notar que el Corán enseña a ser hospitalario y lo lleva hasta la ciudad turca de Bodrún, donde viven.

Al llegar a Turquía se enteran que el conflicto de Chipre ha estallado y que Grecia y Turquía están en pie de guerra. Por la televisión y la radio se enteran de los enfrentamientos que están ocurriendo y así, el rescatado náufrago, se convierte de pronto en un enemigo.

Turhan, sin embargo, lo protege, aunque la barrera del idioma y la milenaria rivalidad de sus nacionalidades, le impide acercarse demasiado. Sin embargo, poco a poco, los acontecimientos internacionales van decantando en una ira irracional y luego en una paz militarizada. Pero lo más importante son los acontecimientos personales que ocurren entre los miembros de la tripulación, accidentes, malentendidos, peleas, incluso, van configurando una trama en que, lejos de distanciar a Stavros de los turcos, poco a poco empiezan a acercarse y, sin darse cuenta ellos, a establecer lazos de amistad.

Novela interesante, de profundidades psicológicas análogas al diario buceo de los tripulantes del barco, Barril de pólvora nos habla de las relaciones personales más humanas, más puras, donde milenios de educación en el odio contra el vecino, se enfrentan en la vida misma a relaciones y actitudes de extrema generosidad, humanidad, sacrificio y entrega.

Jacqueline Cervón escribió una novela de fácil y entretenida lectura, que nunca apura su tranco y que para lectores que gustan de la aventura vertiginosa puede parecer demasiado lenta o intrascendente, incluso. Sin embargo, para quienes disfrutan de un relato más íntimo, más centrado en las pasiones humanas, esta obra será una gran alternativa.

Varias ediciones en español, en SM, confirman el merecido éxito de esta novela.

prof. Benedicto González Vargas

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