martes, 19 de enero de 2016

Las carreras técnicas y su rol de inclusión social

En estos días en que los jóvenes están analizando sus postulaciones a la universidad, quiero referirme, nuevamente, a la educación técnico profesional, que suele ser vista como el pariente pobre de la educación superior, pero que no solo cumple un rol social relevante para el 40 % de los jóvenes de los dos quintiles de menores ingresos en nuestro país, sino que, además, corresponde a una demanda de técnicos que se requiere para el pleno el desarrollo de nuestro país.

Pareciera ser que a nuestros jóvenes –o a sus padres– solo les interesa el título profesional extendido por una universidad y se mira con desdén a las instituciones que ofrecen títulos técnicos de nivel superior, son carreras que duran la mitad de las universitarias (habitualmente cinco semestres) y tienen un costo significativamente menor, tal vez de hasta un 50 % del arancel. Y, para aquellos que tienen aspiraciones de seguir progresando en su carrera, por cierto que no cierra las puertas al posterior perfeccionamiento académico que lleva a estos egresados a optar por carreras profesionales completando sus estudios tras obtener el título técnico.



Los institutos profesionales y los centros de formación técnica se han ido consolidando como una opción para miles de jóvenes de escasos recursos que sí quieren ingresar a la educación superior. Otro dato interesante es que estas instituciones tienen porcentajes bastante más bajos de abandono académico que las universidades. Además, ofrecen una amplia gama de carreras, distribuidas en las principales ciudades del país, lo que no siempre ocurre con las universidades. Un estudiante de la educación técnico profesional puede, muchas veces, seguir sus estudios muy cerca de su domicilio, sin tener que desplazarse tanto a otras regiones, como acontece con un porcentaje significativo de quienes ingresan a la universidad.

Algunas estudiantes de Enseñanza Media con quienes he conversado este tema, me fundamentan que una de las razones por las cuales no consideran como opción la educación técnico profesional es porque estos institutos no exigen PSU y por lo tanto su nivel académico es más bajo. La verdad es que cuesta explicar a los estudiantes, tan convencidos que la PSU y la universidad son el único futuro posible, que el resultado de la PSU no siempre tiene que ver con el desempeño académico de los estudiantes cuando ingresan y, por cierto, no tiene nada que ver con la calidad las instituciones que ofrecen educación superior. Un dato es cierto, eso sí, que estos institutos y centros de formación técnica no exigen PSU y eso implica un heterogéneo nivel entre los estudiantes recién ingresados, pero la inmensa mayoría de estas instituciones ofrecen en el primer asignaturas que permiten la nivelación de los estudiantes (cosa que, por lo demás, también ocurre en las universidades).

Por supuesto, acorde con los tiempos actuales, muchas carreras ofrecen también la opción de ser cursadas en línea, a través de las plataformas virtuales que poseen. Muchos adultos jóvenes que trabajan de día acceden a la educación superior por esta vía sin sacrificar su trabajo y equilibrando un poco más la vida familiar. Claro está que para estudiar on line hay que tener un especial sentido de la responsabilidad para cursar adecuadamente las asignaturas.

En definitiva, en medio de los apuros académicos, las frustraciones de algunos, las desesperanzas de otros y la pesca de alto volumen que las universidades hacen por estos días a cardúmenes y cardúmenes de estudiantes recién egresados y con sus flamantes puntajes de PSU recién obtenidos, los institutos profesionales y los centros de formación técnica son una alternativa viable, eficaz y altamente inclusiva, que debemos valorar.
prof. Benedicto González Vargas

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