miércoles, 20 de julio de 2011

Sobre el problema educacional

Luego de más de dos meses de movilizaciones, marchas, paros estudiantiles, tomas de establecimientos educacionales y algunos episodios de violencia demasiado amplificados en la prensa nacional, el Gobierno ha entregado una serie de propuestas, 21 medidas concretamente, que los estudiantes se apresuraron a rechazar. Hace pocos días leí una columna de José Joaquín Brunner, muy interesante que comparto bastante, aunque con matices. Motivado por varios estudiantes, especialmente de III Medio del Colegio donde trabajo, quienes permanentemente me acosan con requerimientos sobre este tema, entregaré mi opinión sobre este tan delicado asunto. Lo hago desde mi perspectiva de profesor que ha trabajado en los tres sistemas de provisión escolar (municipal, particular subvencionado y particular pagado) y que ha tenido experiencia como estudiante y como docente en instituciones universitarias estatales (UMCE) y particulares (UCSH, UDP, UNAB, USS). No pretendo saber todo del asunto, pero alguna experiencia tengo...


En el escenario actual, me parece que, ni estudiantes ni Gobierno, ni oficialistas ni opositores, tampoco el Colegio Profesores ni la mayoría de quienes han actuado en alguna trinchera en este tema, podrán llegar a acuerdos si las demandas son tan amplias y excesivas, temáticamente hablando y las respuestas gubernamentales, con una alta cuota de improvisación, son también de una amplitud que hace perder el foco de lo relevante. Pareciera que aquí el viejo dicho de que "lo urgente hace perder de vista lo importante" es una buena manera de describir la verdadera piedra de tope para llegar a soluciones.

No me importa, en lo personal, que la actual propuesta del Gobierno no se condiga con el programa de gobierno que propuso al país cuando Sebastián Piñera fue candidato o lo que ha dicho en sus intervenciones anteriores del 21 de mayo ante el Congreso Nacional, los gobiernos y las personas tienen no solo el derecho, sino el deber, de reflexionar ante las nuevas realidades y actuar en consecuencia. Pero sí me importa que con el afán de aparecer dialogante, con la presión de ser el gobierno peor evaluado de los últimos 21 años, con la incomodidad de enfrentar requerimientos encontrados desde distintos frentes (casi todos adversos) y con el desorden que esto ha provocado en los procesos administrativos y la calendarización de las actividades académicas, el Gobierno esté cada día más aceptando entrar a un debate sobre ya ¡21 temas! cuando cualquier persona que sabe de debates, administración, argumentación, o tiene simple intuición sobre el asunto, entiende que la clave es priorizar lo importante sobre lo accesorio, no se puede tener 21 prioridades en la vida, es absurdo. Las prioridades, por definición, son pocas, tres o cuatro a lo sumo.

¿Quién aconseja al Presidente? Es cierto que las demandas son muchas, pero si el Gobierno se centra en aquello verdaderamente importante para el desarrollo de nuestra educación, debiera tener el respaldo de todas las entidades que se sientan a conversar con el legítimo interés de dialogar y avanzar, aunque quienes estén más radicalizados no lo acepten. La ciudadanía entendería un esfuerzo así enfocado y lo respaldaría, pero la dispersión de intereses, tópicos, demandas, propuestas y cuanto más exista, lo único que hace es impedir el acuerdo. ¿No es acaso más fácil, lógico y prudente conversar y acordar sobre tres o cuatro cosas, que sobre 21 a la vez? Lo que debemos hacer es mejorar nuestro régimen mixto, descentralizado, y ampliamente cobertor de provisión educacional. Para ello, el Gobierno requiere mantenerse firme en una propuesta seria, acordada y pertinente. Los puntos verdaderamente importantes, como en toda discusión, son pocos. Muchos de los puntos accesorios pueden resolverse sin acuerdo, porque son actos administrativos de rápida resolución o que requieren el concurso de pocos actores efectivos para lograrlos. Sentarse a conversar permanente sobre ellos, cuando muchos solo buscan mantener el conflicto radicalizando esas posturas, es un error estratégico inimaginable. ¿Cuáles son los temás, en mi opinión relevantes? Obviamente no pretendo tener la verdad, ni mucho menos, pero a modo de ejercicio, me parece que:

1. Modificar la gestión de establecimientos actualmente en manos de municipios que, por diversas razones, no ha sido eficiente y ha llegado a deteriorar a niveles inconcebibles la calidad educacional de las instituciones escolares públicas.

2. Generar un sistema de financiamiento vía becas y créditos que garantice verdaderamente el acceso a la educación de todos los estudiantes, sin que ello implique endeudarse a niveles inimaginables por décadas en su vida, con el consiguiente deterioro en su desarrollo personal, familiar, profesional y hasta afectivo y de salud, futuro.

3.  Asegurar el financiamiento público de las instituciones educacionales del Estado, focalizando mejor su gasto, inyectando recursos sostenibles en el tiempo y transparentando y fiscalizando su uso.

4. Establecer una verdadera carrera docente que garantice a los profesores un desarrollo profesional adecuado, poniendo los incentivos donde corresponde, que es la mayor eficiencia y responsabilidad en las actividades docentes, que posibilite un uso racional del tiempo de los maestros y que asegure un perfeccionamiento permanente como palanca de progreso profesional y económico. Lo demás, no viene al cuento. Son búsquedas o intereses más bien corporativos (como lo define Brunner en su columna en La Tercera), actos accesorios como la majadería del pase escolar los 365 días y las 24 horas del año, en los que puede avanzarse racionalmente por actos administrativos que no requieren acuerdo, o bien todo lo relativo al mejoramiento de la infraestructura que requiere acuerdos con menos gente y en tonos mucho menos vociferantes.

Lo anterior es solo un ejemplo, de lo que me parece que es menos importante de enfrentar,  porque lo relevante es revertir el deterioro de la calidad de la educación pública de nuestro país. Finalmente, concuerdo con aquellos que sostienen que el Gobierno se ha mostrado errático, ha carecido de inciativa, tiene la inexplicable e incoherente práctica de aparecer (y desear) siendo inflexible ante intereses corporativos de toda índole, pero a cada rato va adecuando su discursos y sus propuestas a ellos, para no parecer antidialogante, generando una imagen de debilidad en sus adversarios (que bien la aprovechan) y de incoherencia en la opinión pública, que lo rechaza. Es tarea del Gobierno fijar esta agenda, llevar la iniciativa, guiar el proceso y construir los acuerdos. En pedir no hay engaño, dice el refrán. Pero quien tiene la responsabilidad de rendir cuentas por los recursos gastados y su buen uso, debe ser firme (y para ello debe ser claro), a la hora de analizar cuál será su verdadera postura y propuesta en estos temas.

prof. Benedicto Andrés González Vargas

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