martes, 14 de agosto de 2007

Cómo aprovechar los errores en el proceso de aprendizaje

Se tiende a pensar que los errores que cometen los estudiantes en la construcción de sus aprendizajes es de su exclusiva responsabilidad, pero no es así, los docentes tenemos mucho que ver en ello. En efecto, la metodología que usamos en el aula incide directamente en el tipo de errores que cometen nuestros alumnos y, más aún, lo que hacemos con esos errores puede marcar la diferencia entre un aprendizaje de veras significativo y una decepción mayúscula. 

En efecto, todos los días debemos reflexionar respecto de nuestras prácticas y métodos y cómo ellos provocan, inhiben, aumentan o disminuyen la posibilidad de que nuestros alumnos cometan errores. Analizar nuestra forma de enseñar, en relación con los estilos de aprendizaje de nuestros niños (1) es una clave para determinar si nuestras explicaciones son suficientemente claras, si somos verdaderamente motivadores en el aula, si nos mostramos autoritarios, intransigentes o intimidantes con ellos cuando se equivocan o, peor aún, si somos francamente descalificadores. Por otra parte, también es importante dar una mirada al material con el que trabajamos (2) si se encuentra actualizado, si es interesante, llamativo, claro, motivante y atractivo, porque también ello influye en los errores de nuestros estudiantes. 

Por eso entender el error como una oportunidad de aprendizaje requiere una actitud positiva que sea percibida por el estudiante, una actitud en la cual el niño o joven no se sienta intimidado sino que, por el contrario, motive al alumno a expresarse. Conseguir que un estudiante sienta deseos de compartir lo que está aprendiendo es fundamental para reforzar sus aprendizajes y, de ser necesario, corregir aquello en lo que se equivoca. 

Dicen los expertos que interesarnos con apertura y paciencia en los alumnos que se equivocan y preguntarles cómo y por qué han llegado a esas conclusiones, es una puerta abierta no solo para mejorar, sino también para desencadenar procesos metacognitivos de gran importancia en el desarrollo de las habilidades de aprendizaje de nuestros estudiantes. Darles confianza en que ellos son capaces y tener verdaderamente altas expectativas de su aprendizaje, es un gran impulso a la hora de definir la calidad de lo que enseñamos y de los que aprenden (3) De hecho, si a lo largo de varias experiencias nos percatamos que persiste un determinado error (conceptual, metodológico, procedimental, etc), es señal inequívoca que somos nosotros quienes debemos hacer algo al respecto. 

Algunas ideas que varias veces se han dado sobre este tema son las siguientes: 

1. Mantener una actitud abierta y paciente frente a los errores e interesarse verdaderamente en determinar cómo llegó el alumnos a las conclusiones equivocadas que manifiesta. 

2. Elogiar siempre y en cada oportunidad no solo sus progresos, sino también sus intentos honestos. No nos olvidemos del importante papel que juega la autoestima. 

3. Ayudarlos a descubrir sus propios errores, entregándoles herramientas metacognitivas útiles a su edad y su estado de desarrollo. 

4. Aunque sea más lento: estimular el razonamiento de ellos, antes que la corrección nuestra. 

5. Hacer notar a los estudiantes que un error bien reconocido es crucial para aprender, que por ello deben perder el temor de equivocarse porque dicho temor a menudo genera que los niños no quieran desarrollar las actividades (precísamente para no equivocarse). 

6. No perder la oportunidad de promover la autonomía, la autoevaluación y la autocorrección, es una buena forma de hacer que nuestros estudiantes adquieran conciencia de su trabajo. 

7. Observar detenidamente los estilos de aprendizaje de nuestros alumnos, la forma cómo enfrentan la resolución de sus problemas y el proceso de trabajo, esa información es mucho más importante que la evaluación del producto final. 

En definitiva, ver siempre (de veras) el error como un trampolín para el aprendizaje cambia la manera de enfrentarse a los alumnos y, lo más importante, la manera como ellos lo enfrentan a uno. 

Notas: 

(1) Cada niño es distinto, tiene sus propios estilos y ritmos. Los grupos curso también son distintos entre sí. Conozco docentes (como colega y alumno) que llevan décadas usando las mismas guías de trabajo, los mismos ejemplos y las mismas actividades, con los mismos tiempos asignados y reproducen infinitamente la misma actividad, ignorando estas diferencias tan obvias. 

(2) Una verdadera evaluación no puede solo evaluar al alumno. Es un error, debemos evaluarnos nosotros y el material que producimos (o reproducimos) para ellos. 

(3) Está demostrado que mientras más altas expectativas tenga el docente respecto de las capacidades y talentos de sus alumnos, mejores resultados obtendrá.

prof. Benedicto González Vargas 
Miembro de Atinachile

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