miércoles, 29 de marzo de 2006

La voz de las sencillas cosas memorables



(Semblanza de Diego Dublé Urrutia) 
El 8 de julio de 1877 nació en la hermosa y sureña ciudad de Angol quien fuera Premio Nacional de Literatura en 1958: don Diego Dublé Urrutia. Su labor poética que, aunque escasa en números, es desbordante en calidad, ha sido aplaudida por la crítica de todos los tiempos. Alone, "el gran y omnipotente juez de nuestras letras", encontraba que algunos poemas de Dublé eran perfectos, sentenciosos y alados. Y en época más reciente, el profesor Miguel Ángel Díaz ha dicho de él que "Diego Dublé Urrutia canta lo que conoce, lo que es suceptible de producir emociones al sólo contacto con la palabra. La vida hogareña, el campo, los hechos múltiples y populares, tienen en Dublé Urrutia su intérprete mejor elegido. De ahí, entonces, que todas sus obras reflejen ese aroma distante de las cosas que siempre se recuerdan..." En efecto, sus mejores poemas siempre van tras la huella de viejos recuerdos indelebles, como los hermosos alejandrinos de "En el fondo del lago": 


"Soñé que era un niño que estaba en la cocina
escuchando los cuentos de la vieja Paulina. 
Nada ha cambiado; el candil en el muro, 
El brasero en el suelo y en un rincón obscuro 
El gato dormitando. La noche estaba fría 
y el tiempo tan revuelto que la casa crujía... 
se escuchaba, a lo lejos, ese rumor de pena 
que sollozan las olas al morir en la arena, 
y a intervalos más largos esos largos aullidos 
con que piden auxilio los vapores perdidos... 
Nosotros, los chiquillos, oíamos el cuento 
sentados junto al fuego y como entrara el viento 
por unos vidrios rotos, su frente medio cana,
la vieja se cubría con su charlón de lana..." 

Podría dividirse su obra en dos grandes momentos. El primero, conformado por sus dos primeros libros, obras de juventud que escribió antes de asumir funciones diplomáticas en casi una veintena de países y la segunda parte, cincuenta años después, cuando su pluma alcanza el vuelo que lo llevó a las alturas del Premio Nacional. Entre sus obras más notables figuran Veinte años (1898); Del mar a la montaña (1903); Profesión de fe (ensayo, 1928); Fontana Cándida (1953) y sus libros póstumos Tragedia Rústica; Lemuria; Selva oscura y Poemas en prosa, entre otros. Otro hermoso poema costumbrista, traducido a vario idiomas es el notable "La procesión de San Pedro y bendición del mar": 

¡Junio! Mes de las aguas, mes de las brisas 
mes que hacen los pavos su testamento 
y en que las rubias ostras -monjas clarisas- 
rompen la celda de su convento. 
(...) 
Hoy es tu última día, lo dice el tono 
de las campanas ebrias y el grito humano 
con que sale a la pesca con su patrono 
todo lo que hay de lobos en Talcahuano. 
(...) 
Hierve la mar de barcas. Las velas curvas 
juegan al sol llevadas a la bolina 
y mientras llega el santo pifian las turbas 
a un bergantín que cruza la Quiriquina". 

Tienen también sus versos tiempo de recordar los viejos días en su pueblo, con calles coloniales y añosos acacios, carretas de indios tiradas por bueyes en las tardes de Arauco "cargadas de recuerdos y tristezas".

Si sus dos libros primeros son buenos, será en Fontana Cándida donde se revelará toda la potencia y belleza de la palabra de Dublé, recordamos del perfecto soneto "Fontana Cándida", los dos tercetos finales: 

"...Para mí, nada pido
dadme una rama de árbol, una roca,
y la tendré por nido. 
Mi nombre pronunciado 
con ánimo gentil por vuestra boca 
me hará creerme amado." 

Diego Dublé Urrutia otro gran poeta olvidado, murió en Santiago de Chile en noviembre de 1967, pero perduran su obra exquisita y cotidiana a la vez. 

Profesor Benedicto González Vargas, 
publicado originalmente en el periódico El Coirón Cordillerano, de Puente Alto, en 1993

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